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Árboles que crecen por debajo del agua, un agua dulce y artificial. ¿Cómo las personas en Panamá, no vamos a tener problemas en la búsqueda de identidad; si estos árboles, que deberían saludar El Sol y cubrirnos, encontraron aquel otro destino? 

 

Mi investigación parte de la observación de mi contexto cultural y geográfico, la cuestión territorial en un lugar que fue creado, en pro a un canal; una excusa para conectar al mundo, que nos aliena y nos divide. Por ejemplo, el Lago Gatún, un conjunto de sierras que fueron inundadas para alimentar los dos extremos del canal de Panamá, símbolo que marca una brecha en el territorio donde nací.  La pregunta a través de mi obra es, ¿Qué significa ser de un lugar donde todo el mundo viene y se va? ¿Cómo reconocernos en un territorio artefacto y plantearnos una vida ahí?

 

En el fondo de las almas en Panamá hay una dolorcito de incertidumbre y abandono. Es extraño. Los barcos pasan. Van pasando los proyectos, olas de personas, la promesa de país. Inflándonos con ilusión y desinflándonos luego con las despedidas.

 

Estas despedidas y la ambivalencia que pueden traer, están contrarrestadas por una fuerza robusta por donde se agarra la tierra: La Selva. Un abismo terco y lento pero muy poderoso que crece en medio del desconsuelo sistemático, y que abraza especies raras y colores únicos. 

 

Mi obra es una respuesta a este abandono constante, con escenas de una selva emocional y densa. En general en Latino America hay desilusión, corrupción y desprecio que generan inquietud y contradicciones, quisiera pensar que ésta tensión está reflejada en la obra, señalando lo que permanece, persistente, rodeada de matas y vapor de agua.

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